jueves, 16 de julio de 2009

Caso Pluvioso (Drummond de Andrade) (traducción)



La lluvia me irritaba. Hasta que un día
Descubrí que era María quien llovía.

La lluvia era María. Y cada gota
De María humedecía mi domingo.

Y mis huesos mojando me dejaba
Como tierra que la lluvia labra y lava.

Yo era todo barco, sin hierbas...
María, lluviosísima criatura!

Ella llovía en mí, en cada gesto
Pensamiento, deseo, sueño y el resto.

Era lluvia finita y grosa,
Matinal y nocturna...nossa!

No me lluevas, María, más que lo justo
Llovizna de un momento, apenas susto.

No me inundes de líquido plasma,
No seas tan acuático fantasma!

Yo le decía –en vano- pues María
Cuanto más le rogaba, más llovía.

Y lloviendo atroz en mi camino,
lo dejaba bañado en triste vino,

que no calienta, pues el agua de lluvia,
es mosto de ceniza, no de buena uva.

Llovedora María, llovediza,
lluvienta, lluvia, pluvediza!

Yo le gritaba: Para! Y ella, lloviendo
Piezas de agua helada iba tejiendo.

Llovió tanto María en mi casa
Que la corriente fuerte creó una zanja

Y un río se formó, o mar, no sé
Sé apenas que en él me hundí

Y cuanto más las ondas me llevaban,
Las fuentes de María más lloraban,

De suerte que con poco, y sin recurso,
Las casas se lanzaron en su curso,
Y era el mundo mojado y sumergido
Sobre aquel siniestro y terrible llovido.

Los seres más extraños se iban juntando
En la misma acuosa pasta iban clamando

Contar esa lluvia, estúpida y mortal
Catarata (como jamás hubo otra igual).

Anti-lluviosos cánticos se oyeron.
Y nada! Las cuerdas de agua más se disolvían,

Y María, grifo desatado,
Más se dilataba en su lloverada.

Los navíos sucumben. Continentes
Ya se sumergen con todos los vivientes,

Y María lloviendo. Ellos que a esa altura
Eran dolida y fluida fibratura,

Y la tierra no soportando tal llovida,
Conmoviéndose la Divina Providencia,

Y Dios, piadoso y enérgico, bramó:
No llueves más María! – y ella paró.

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